lunes, 21 de marzo de 2011

De Irak a Libia

Hoy se escuchan numerosas voces que alimentan el debate en torno a la intervención militar que los aliados de la ONU libran en Libia. Las Relaciones Internacionales, así como el Derecho que las regula, son elementos complejos que suelen escapar al dominio de la opinión pública. Y es este desconocimiento, en ocasiones mezclado con altas dosis de intereses ideológicos y demagogia, el que está originando una distorsión de la situación que puede conducir a una malinterpretación de los hechos. Uno de los discursos que más se esgrime estos días, especialmente entre quienes desean ver caer el Gobierno, es aquel que pretende establecer un paralelismo entre la guerra de Irak, a la que se opuso el PSOE, y la operación actual, apoyada por el ejecutivo socialista.

Si bien las diferencias entre ambas situaciones son clamorosas, conviene recordarlas para evitar que se instale entre la ciudadanía una percepción errónea de los últimos acontecimientos.

En primer lugar, hay que destacar que la intervención en Libia cuenta con una resolución favorable de Naciones Unidas. Es decir, se trata de una Coalición Internacional, y no de una coalición de la voluntad (coalition of the willing) como sucediera en Irak en el año 2003. Este hecho, que puede parecer irrelevante, es absolutamente central. La misión ha sido legitimada por la máxima autoridad mundial. Para ello, ha sido necesario que ninguno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad utilizara su derecho de veto. Los cinco: Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Rusia y China, se reservan ese derecho por ser los únicos países que habían conseguido desarrollar la bomba atómica antes de la firma del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), en 1968. Después de esa fecha, solo India, Pakistán e Israel obtuvieron el arma nuclear (ninguno de los tres firmó el TNP).

En segundo lugar, cabe señalar las motivaciones que condujeron a una y otra intervenciones. La guerra de Irak fue defendida por Bush con argumentos falaces. La alusión a las armas de destrucción masiva pronto se reveló falsa. Del mismo modo, trató de extenderse la creencia de que Irak era un baluarte del terrorismo internacional, habiéndose demostrado que Al Qaeda no existía en aquel país antes de la guerra (es más, fue la guerra la que cocinó el caldo de cultivo necesario para que Al Qaeda se instalara allí). En el caso de Libia, la Coalición Internacional está llevando a cabo una misión policial sobre objetivos concretos para defender a la población civil de una masacre orquestada por Gadafi.

En tercer lugar, la intervención en Libia llega después de que su propio pueblo se levantara contra el régimen, de que los rebeldes solicitaran la ayuda internacional y de que la intervención fuera avalada por los países de la Liga Árabe. Ninguna de estas tres condiciones se cumplió en el caso de Irak: ni levantamiento popular, ni petición de auxilio, ni aceptación por parte del mundo árabe.

Por todo esto, no acabo de entender a quienes se preguntan dónde están ahora los que se opusieron en su día a la ilegal guerra de Irak. Están con los aliados. La ciudadanía no es estúpida, sabe discernir. Tanto la ONU como la opinión pública han defendido acciones militares allí donde ha estado justificado. Así, se apoyó la intervención de Afganistán. Así, se entenderían acciones en Pakistán. Así, todos están hoy con la Coalición Internacional. Recordémoslo: Libia no es Irak.